viernes, 30 de septiembre de 2011

ESTO VA DE VIAS

Pablo Fraile, me describe como mordaz, o procaz y yo prefiero ser considerado prozac, por lo de aliviar vuestra existencia y tal. Escribo estas líneas en el anden de una estación de tren, esperando hasta que llegue el que me devuelva a mi ciudad, recuerdo vivamente el día en que me encontraba en una estación similar esperando la llegada de unos amigos y a mi lado se sentó un anciano, de esos que reúnen todos los tópicos: boina, bastón, movimiento de piñata como el que fuera a esputar…
Nos saludamos según las formas de rigor y yo volví a mis pensamientos e insistentes miradas al reloj. Fue entonces cuando el viejo habló dejándome totalmente desarmado “¿Qué? Esperando a la novia?...yo me voy a…(ciudad cercana que omitiré nombrar) a echar un polvo “Culero”.

"Por si no lo sabias, en Bilbao hay ambulancias rosas"
Aquel anciano tenia en la mirada un brillo de convencimiento, no se estaba quedando conmigo, lo que era evidente, es que él creía satisfacer a mujeres…me recordó al chiste del hombre de ochenta años, que va al doctor y dice “Doctor, por la mañana cuando me levanto hago el amor con mi señora, al mediodía antes de comer, hago el amor con mi señora, en la sobre mesa, hago el amor con mi señora, en la merienda hago el amor con mi señora y antes de dormir hago el amor con mi señora ¿esto será bueno?”. A lo que responde el medico “-Eso ni es bueno, ni es malo, ¡es mentira gilipollas!”
Me dejó tan descolocado que nunca he podido olvidar a aquel tipo, incluso he barajado la posibilidad de que le llamase “Polvo culero” a otra cosa y no en la que yo…¡y vosotros pensáis!” yo que sé…por ejemplo un carajillo o un consomé con tabasco.
A día de hoy, más de quince años después, imagino que aquel hombre estará muerto. ¿Pero, y lo bien que se lo paso vacilándome?

Y me preguntaran ustedes ¿A que se debe que Lucky Lee Perkins viaje en tren y no en un sedane conducido por un bautista uniformado?, pues a que a uno gusta de disfrutar pequeños placeres de la vida y recordar viejos días, como bien sabrán, lectores míos, hubo un tiempo en que viví entre furgoneta y vagones de tren, cruzando la geografía nacional con mis actuaciones musicales; no se echan de menos las penurias, pero a veces si de algunas cosas aprendidas por entonces.
Me encanta irme a pueblos no tan recónditos donde se conserva la vida de hace veinte o treinta años e incluso vestigios de cincuenta, conviviendo con las nuevas tecnologías.
"Aunque no te lo creas es Gordy de los Goonies"
Sus callejones, casas, bares…su fauna abisal y por supuesto, el total desconocimiento de ésta, en las más mínimas normas de discreción. Infiernos totales para Mario Vaquerizo.
El tren también tiene su leyenda negra, para empezar, podemos acordarnos de la cancioncilla de “El Chacachá del Tren” que el Consorcio se encargó de popularizar en los noventa (Desconocemos si “El Consorcio” era el de cantantes de blues fracasados o el de aceituneros), la segunda es que unos indios Sioux pueden aparecer de la nada y cabalgar a un lado del tren disparando flechas al caballo de hierro y por supuesta una tercera es la de un asesinato en plan “Orient Express” donde todos seamos sospechosos, pero al final acabe siendo un personaje insulso o la propia Yoko Ono, que a la pobre se la culpa de todo.

Y por supuesto luego entra en liza el factor catástrofe-infancia, puesto que todos hemos querido un tren eléctrico de niños, no para verlo pasar una y otra vez en unas tristes vías en forma de “O”, sino por que cuando se lo pedíamos a los reyes soñábamos con el choque frontal de dos locomotoras que colisionaban estruendosamente provocando el caos y un reparto equitativo de vísceras y dolor entre el revisor y el maquinista, similar al que nos produce sintonizar Neox Televisión o visitar al dentista.

Pero en el fondo el tren…como decís la juventud “mola”, porque es monosilábico y eso siempre aporta un punto extra, además, ¿Qué otro medio de transporte puede tener un bar? (¡Otro punto extra!). Yo recuerdo un viaje de trece horas que tuve que realizar con unos compañeros de la universidad, aprovechamos viajar de noche pudiendo dormir en literas para no perder todo un día, y oye, lo peor de todo fue tener que soportar a cierto gilipollas, ¿no sabes de esos tíos que con veinte años van de guaperas por la vida?¡pues uno de esos!, fue en ese viaje cuando descubrí que tenia mas entradas que el Santiago Bernabeu, pero que con una inusitada habilidad se peinaba con la raya en medio y disimulaba perfectamente la escasez de pelo…en mitad de la noche, decidió abrir un poco la ventanilla para sacar la cabeza a fuera y que el aire de la noche refrescase su perlada frente, fue entonces cuando la ventolera elevo su cabello dejándonos la luna iluminado su perfil y brillos del tanque…caras de circunstancia, risitas en forma de pedorreta y loa mental al señor Richard Trevithick.

Pues eso es todo, viajad, viajad, no me seáis merluzos, uno aprende, se culturiza, se relaciona y por tanto nos va al dedo recordar las palabras del actor, director y escritor John Waters “Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no folles con esa persona”.
"Así no habrá confusiones"

1 comentario:

  1. La última foto, que no tiene nada que ver con tu evocador artículo, es tremenda. Precisamente por no tener nada que ver. Y por salir un colega del Tío Phil.

    ResponderEliminar